domingo, 12 de abril de 2009

Un bocado de Español


La Prisa de Vivir

Son las 5:55h de la mañana. Grita el despertador. Doy un salto y me pongo de pie. Me quito de las ropas que van quedándose en el piso a camino del cuarto de baño. Ella se coloca entre mí y la puerta. Me besa, se friega en mi cuerpo, pediendo un cariño que, ahora, no la puedo dar. La contesto con una sonrisa encuadrada en mi cara aburrida. La empujo con suavidad. Cierro la puerta del baño. Ella habla, no la oigo. El agua escurre en mi cuerpo, el jabón pasea por mí, pero no los siento. Por la rejilla se va un poco mi vida.
Yo salgo del baño ya fantaseado con ropa de trabajo, con cara de trabajo, y con la prisa de trabajo.
Son las 6:10. Paso por el comedor, la mesa de desayuno esta puesta con cosas que no comeré. Estoy retrasado, muy retrasado. De pie, sorbo el café y corto el pan con mis manos, pongo en mi boca sintiendo su sabor de plástico. Me despido con un beso burocrático y oigo mi hija llamarme:
- Venga papá, el ascensor llegó.
Son las 6:14. Yo tengo prisa, mucha prisa. Mi coche vuela por la ruta del mar. Mi hija me cuenta alguna cosa sobre dos chicas que se pegaran en la escuela. No la quiero oír. Solamente digo que eso es feo, muy feo. No hablo nada más y la dejo en la cuadra siguiente.
Mi corazón son los neumáticos de mi coche. Son las 6:20. Necesito estar retrasado. Yo soy muy atareado. Soy muy... Oh¡ por Dios! El tránsito está atascado. ¿Será que no lo saben que tengo prisa?
Son las 6:28. Ahora soy mi reloj. Llego a la oficina. Otro coche se queda en mi garaje. Estoy en nervios. Tengo ganas de gritar. Pienso en la reunión. Todos ya estarán esperándome. Estoy mareado, duele mi cabeza. Alguien me pregunta porque he llegado temprano. Me sorprendo. Todos deberían estar allí. Todos deberían tener prisa como yo.
Son las 6:35. Yo estoy enfermo y me huyo.
Aparco mi coche en el parque. Me despeño en un banco.
Aquella desconocida viene en mi dirección. Ella sienta cerca de mí. Vuelvo a mi coche y la llamo. En un rato, mis manos buscan la intimidad bajo sus ropas. Ella abre mi cremallera. Cierro mis ojos. Su boca me devuelve la vida.
Son las 7:00. Ya no tengo ninguna prisa. Por la ventana del coche, echo mi reloj en el agua sucia del lago.
Son las 8:00. El sol brilla en Copacabana.
Cuento de Ivan B Santos.